La palabra “papa” es un vocablo de origen quechua que significa «tubérculo». No se sabe a ciencia cierta acerca de su verdadera antigüedad, todo parece indicar que fue originalmente domesticada por los Collas – hoy Aymarás – de la cultura Tiahuanaco asentada al Oeste de Bolivia.
Desde allí, fueron difundidas hacia toda Sudamérica a través de la interacción entre los pueblos aborígenes andinos.
Los españoles la descubrieron en el año 1537 durante la expedición encabezada por Gonzalo Jiménez de Quesada en lo que actualmente es la provincia de Vélez, Colombia.
Al principio las llamaron “trufas” porque su aspecto se asemejaba a ese hongo subterráneo; veinte años después, las papas llegaron a España. Allí las rebautizaron «Patatas», porque al parecer era indigno denominar a un tubérculo de la misma forma en que se dirigían al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Tomando esa denominación española, los Ingleses las llamarían «Potatoes». Al principio fue despreciada, porque no existía la costumbre de consumir raíces y para la gente del “Viejo Mundo” era casi irracional adaptarla como un alimento ordinario. Inclusive se creía que era causante de los más variados males.
En Rusia la llamaron la «Planta del Diablo»; y los católicos decretaron que
«era pecado» comerla, pues no sé la mencionaba en la Biblia.
Miles de razones y excusas para evitar el consumo de este alimento, que se limitaron a usar para engordar el ganado o como una planta de decoración.